
Estaba oyendo el
disco Transient de
Gaelle. Maravillosa música que me ha acompañado todo el verano y de la cual no he hablado aquí. Simplemente porque, como se suele decir, no ha salido en la conversación. Parecido a aquello que sucede cuando estás hablando con alguien, tienes algo que le quieres contar y lo tienes reservado para sacarlo a continuación. De pronto, una hora después de despedirte de esa persona, te das cuenta de que, al final, no se lo has contado. Pues volviendo a la música, este fantástico disco (sobre todo la primera mitad) no me ha sonado igual que siempre: Yo tenía frío. El verano se esta yendo y a pesar de que algún crítico relacione la música de Gaelle Adisson con el invierno, ha sido parte de mi banda sonora durante estos últimos meses más o menos calurosos.

La capacidad de la música de fundirse con todo tipo de sensaciones y recuerdos es sólo comparable a la de lo que nos llega a través del olfato. Una canción y volvemos al parvulario; un olor y reaparece el primer amor adolescente. Sí, también hay imágenes que nos transportan a otros tiempos o nos producen sensaciones similares, un ejemplo es
la portada del Xabiertxo, que aparece en
una nota anterior de este blog, pero no, no es lo mismo. ¿Donde está el secreto? Quizá sea el poder de lo intangible.