
"Excepción hecha de un período de ocho meses en el año 73, en que tuve un empleo en la editorial Salvat, nunca he desempeñado trabajos atenidos a un horario fijo, y se puede decir que he vivido exclusivamente de la pluma, como era mi deseo. He hecho ediciones críticas, traducciones, prólogos, artículos, guiones de cine, adaptaciones de clásicos, colaboraciones para la radio, y hasta he cantado canciones gallegas en un teatro. Pero siempre he evitado, aun a costa de vivir más modestamente, los empleos que pudieran esclavizarme y quitarme tiempo para dedicarme a la lectura, a la escritura y a otra de mis pasiones favoritas: el cultivo de la amistad. Los amigos son para mí la cosa más importante del mundo, la más significante y consoladora, y se requieren una delicadeza y un tino especiales para no perderlos. Creo que el secreto está en no tiranizarlos ni en exigirles más de lo que buenamente quieran darte, como y cuando puedan, en respetar su albedrío, en ser tolerante con sus defectos, y en no pretender acapararlos, poseerlos ni ejercer sobre ellos coacción de ningún tipo. Sólo así no se pierden y reaparecen siempre como un milagro inesperado, porque únicamente se tiene de verdad aquello que no se somete a las reglas de la obligatoriedad o de la posesión, lo que nace en el seno de la libertad. Yo no le temo a la soledad, me he acostumbrado a ella y la aguanto bastante mejor que la mayoría de la gente que conozco, pero siempre estoy dispuesta a quebrarla cuando un amigo viene a perfumarla con su conversación y compañía. Hablar con la gente de la más diversa condición y edad es algo que me encanta, y escuchar tanto o más que hablar. Supone una fuente inagotable de enseñanza y renuevo. Por un rato de buena conversación, lo dejaría todo."
Texto extraído de Agua Pasada (Anagrama, Barcelona, 1993, p. 11-25)

Texto extraído de Agua Pasada (Anagrama, Barcelona, 1993, p. 11-25)
