"Nuestra vida es una sucesión de acontecimientos donde no decidimos, no tenemos criterio, ni ideas propias. Aunque nos cueste reconocerlo, somos animales de costumbres y hábitos heredados, y nos dedicamos a imitar comportamientos de los demás, sin pensar el ¿porque?, por temor de ser considerado “raros” y por tanto, objeto de critica continua por no adaptarse al patrón oficial: Ahora “toca” tener novia, ahora votar, tener moto, ir al fútbol, ahora “toca” el permiso de conducir, comprarse el coche, trepar en el trabajo, ahora casarse, hacer dinero, ahora tener hijos, etc. Nos encontramos a miles, a millones de personas que sin reflexionar sobre ello, se cargan de responsabilidades que les sobrepasan, la principal de ellas: ser padres… cuando se dan cuenta, de las obligaciones, dedicación, educación, tiempo y amor que necesitan los hijos, ya no tienen vuelta atrás y actúan como auténticos irresponsables. Y su labor de padres consiste en soportan a sus hijos, para que molesten lo menos posible, entre sus otras obligaciones, distracciones y tiempo de ocio."
Así empieza un artículo de Antonio Cánaves Martín, publicado hace ya unos meses en el periódico La República. Lo guardé, y como otras muchas cosas que se guardan, de pronto ha aparecido con todo su verdor. Aunque es radicalmente incómodo, me ha parecido oportuno sacarlo a relucir. Estos días de fiesta y consumo que acabamos de vivir seguramente nos han obligado a asistir a reuniones con todas las ramas de nuestras familias y amistades, o a visitar grandes superficies y centros comerciales; excelentes observatorios todos ellos donde se evidencia gran parte de lo que dice este artículo.
No todo va a ser así. Anteayer mismo, en la sobremesa hablábamos de la pareja X y X y de su descendencia y del placer que daba verles a todos juntos: sin rastro de maltrato, ni agresividades, ni nerviosismo, ni mañas infantiles que denotan carencias o excesos.
Supongo que es fácil hablar así de todo esto cuando no se tiene prole. Bueno, al fin y al cabo no es más que una opinión.
Así empieza un artículo de Antonio Cánaves Martín, publicado hace ya unos meses en el periódico La República. Lo guardé, y como otras muchas cosas que se guardan, de pronto ha aparecido con todo su verdor. Aunque es radicalmente incómodo, me ha parecido oportuno sacarlo a relucir. Estos días de fiesta y consumo que acabamos de vivir seguramente nos han obligado a asistir a reuniones con todas las ramas de nuestras familias y amistades, o a visitar grandes superficies y centros comerciales; excelentes observatorios todos ellos donde se evidencia gran parte de lo que dice este artículo.
No todo va a ser así. Anteayer mismo, en la sobremesa hablábamos de la pareja X y X y de su descendencia y del placer que daba verles a todos juntos: sin rastro de maltrato, ni agresividades, ni nerviosismo, ni mañas infantiles que denotan carencias o excesos.
Supongo que es fácil hablar así de todo esto cuando no se tiene prole. Bueno, al fin y al cabo no es más que una opinión.