jueves, 3 de julio de 2008

Nápoles: ¿Un desastre o una delicia?

Ahora que he vuelto de mis vacaciones italianas en Nápoles y Palermo, toca contar qué me ha parecido todo, claro. Y me está dando la impresión de que con lo que estoy contando a la gente no estoy siendo justo con la primera de las ciudades. ¿O sí? quizá el problema es que si ves sus peculiaridades desde un punto de vista objetivo no parece ser un paraíso, es decir, sobre el papel es poco menos que un desastre. Es una ciudad caótica y descuidada. Resulta doloroso ver maravillosos edificios en unas condiciones lamentables; no hablo de pinturas ajadas o fachadas sucias, sino de paredes cayéndose y vanos sin ventana. Ésto, unido al bullicioso movimiento "descontrolado" de vehículos y personas y a la falta de limpieza y otros cuidados urbanos hace pensar que hablo de una ciudad indeseable. Pero no, no es cierto en absoluto.

De quedarse con la boca abierta. Al fondo el Centro Direzionale

No es eso lo que realmente se percibe cuando uno camina por las calles de Nápoles. Más bien lo que ve es una ciudad absolutamente viva, llena de encanto, movimiento y rincones acogedores. Llena también de cuestas, que supongo que en el fresco marzo se suben mejor que en junio, pero que cuando uno llega a lo más alto y descubre la espectacular panoramica se le olvidan todos los improperios del camino. Y llena, como no, de pizzerías, como es lógico; las pizzas son de allí y son las mejores, claro. Dicen que los helados también son los mejores de Italia, que quizá sea como decir del mundo. Desde luego el que me comí yo en Fantasia Gelati en la via Toledo era absolutamente sobrenatural. Y tambien lo son otra serie de delicias como los maravillosos sfogliatelle rellenos de ricotta, o las frituras: arancini, crocchette, zucchine, la pizza frita... y el delicioso y liliputiense café italiano, todo baratísimo.

"Birra" italiana, fritura y una pizzetata, que tiene de todo.

El amabilísimo Andrea, del bed & breakfast donde dormí no daba crédito cuando le dije que no, que no tenía intención de ir a Pompeya. No es que no me guste la idea, es que estando tres días no da tiempo. En cualquier caso no me vuelve loco lo romano antiguo, aunque sí da pena estar a unos metros y no ver todo aquello. Bueno, la próxima vez.

Y al fondo, el Vesubio.