Supongo que habrá mucho escrito sobre esto, pero me llama la atención el poco caso que se le hace. Hablo de esas pequeñas acciones o gestos que no nos parece que son nada pero que tienen la capacidad de cambiarlo todo. Hace una semana estaba yo en la caótica Nápoles aprendiendo a cruzar la calle. Es una ciudad en la que las motos circulan como bicis y los coches como motos. Y bicicletas... pues no hay casi. Por lo tanto, la estrategia que hay que seguir a la hora de cruzar de acera es la de "a ver quien es más chulo". Los semáforos están casi de adorno, los pasos de cebra dan risa, y los cruces se hacen avisando con la bocina. Nada que objetar; así es la ciudad y ya está. De lo que estoy seguro es de que vivir de esta manera obligatoriamente tiene que imprimir carácter. Hay que decir, además, que esta manera de actuar no se limita al tráfico.
Era evidente que un invento como el teléfono móvil tenía que cambiar a la gente y a sus costumbres. Pero lo mismo ha sucedido con el mando a distancia sin que nadie haya dicho ni mú. Las televisiones, dominadas por el tirano mando, se dedican a emitir contenidos ultrallamativos y superestímulantes sin cesar para evitar el cambio de canal. Contando con que la media es de unas tres horas al día de televisión por persona me imagino que los televidentes acabarán muy "estimulados". Confieso que tengo la sospecha de que alguien me ha hecho zapping alguna vez mientras "conversábamos" por decir una frase demasiado larga o hablar lento. O sea, colgado a mitad de discurso.
Estas son las cosas que creo que sí cambian la sociedad, y no las dichas pomposamente por los supuestos listísimos asesores de gobiernos, empresas y altos estamentos.