El texto a continuación es un ejemplo extraido de un artículo de El confidencial de lo que sucede en la "trastienda" de las campañas electorales. O mejor dicho, entre bambalinas, ya que de una especie de obra de teatro estamos hablando. Algo entre divertido y patético:
Siempre sucedía, por ejemplo, que Aznar llegaba a un estadio, a una plaza de toros o a cualquier otro lugar previamente dispuesto, abarrotado de gente, y, después de que actuasen los teloneros locales, salía él. Esa sonrisa suya de los buenos viejos tiempos, antes de que perdiera la chaveta. La ovación inenarrable, con miles de personas puestas en pie, y él que estiraba los brazos, premeditadamente feliz. En esto brotaba de entre el público una voz femenina, potente, metálica, que gritaba: “¡Guapooo!” Y Aznar, como el rayo: “¡Guapa tú!” Y a renglón seguido dedicaba unos entrañables segundos a glosar lo guapas que eran las mujeres de aquel lugar, daba lo mismo el que fuera. Risas. Luego empezaba el discurso.
Yo me di cuenta de que todo era teatro, y me convencí de que aquella voz que le llamaba “guapo” era siempre la misma voz, en Talavera de la Reina, cuando Loyola de Palacio (que gloria haya) llegó con el tiempo justo a la plaza de toros, y Aznar ya había salido al escenario, y ella, toda nerviosa, dijo a los de la organización, sin caer en la cuenta de que allí delante estábamos otras personas: “Caramba, llego por los pelos… Oye, ¿ya ha dicho lo de ‘guapa tú’?”
Yo me di cuenta de que todo era teatro, y me convencí de que aquella voz que le llamaba “guapo” era siempre la misma voz, en Talavera de la Reina, cuando Loyola de Palacio (que gloria haya) llegó con el tiempo justo a la plaza de toros, y Aznar ya había salido al escenario, y ella, toda nerviosa, dijo a los de la organización, sin caer en la cuenta de que allí delante estábamos otras personas: “Caramba, llego por los pelos… Oye, ¿ya ha dicho lo de ‘guapa tú’?”