jueves, 19 de junio de 2008

¡Qué feliz es la inconsciencia!

Mi ex-pareja se inquietaba mucho cuando oía la sirena de una ambulancia. "Ya le ha pasado algo a alguien", decía. Yo le daba la vuelta a su inquietud diciendo "no, ya van a por él". Asociamos las sirenas con el principio del drama cuando son generalmente parte del desenlace. Lo malo es estar caído en una zanja, con una pierna rota y una brecha en la cabeza, que no se haya enterado nadie y tú ahí, desangrándote y sin poder moverte.
Con los divorcios y separaciones pasa algo similar.
-Oye que fulanito se separa.
-¿Ah si? ¡Qué pena!
Pues no: qué pena, hasta ahora. ¡Lo que habrá tenido que pasar la pareja en los últimos tiempos! La separación, traumática o no, problemática o no, es parte de la solución a un problema que ya existía. El caso es que, de pronto, se ha hecho visible.
Esto viene a cuento porque me he encontrado el siguiente titular en un periódico:
El sector turístico de la Costa del Sol lamenta la mala imagen proyectada por la corrupción de Estepona.
O sea, cuando en la zona todo cristo hacía de su capa un sayo, iba todo estupendo; y cuando deja de ser el Far-West, se lamentan de la mala imagen. Lo lógico es pensar que la población burguesa, estará encantada de veranear en una zona donde impera la ley y el orden. Pero no. En estos casos la lógica es inversa.
Ya dicen en tiempos de guerra que el sitio más seguro es donde acaba de caer una bomba, que ya no caerá ahí ninguna otra.