Hoy es lunes, mi día libre. Acabo de terminar de comer. Hace un momento, después del postre, nada más poner el cafecito sobre la mesa, durante cinco segundos me he sentido enormemente afortunado. La visión de la tacita de café sólo sobre la mesa, en una tarde quieta e invernal, sin prisas, me han hecho pensar "tienes suerte". Y no es cierto. No me voy a poner a pensar a escala mundial y sobre lo que supone nacer un meridiano más acá y un paralelo mas allá. En una escala local puedo afirmar que lo que no he sido nunca es una persona con suerte, con buena suerte. Sí, ya sé, todo esto es muy relativo, pero yo siempre he tenido el viento de proa.
Sin embargo, ésto es lo que hay. Así que no voy a empezar como La Zarzamora, llora que llora por los rincones, ni a ponerme con una pancarta en no-sé-dónde pidiendo lo mío. Aquí, a nadie se le debe nada. ¿Que es injusto? Pues sí.
Sin embargo, ésto es lo que hay. Así que no voy a empezar como La Zarzamora, llora que llora por los rincones, ni a ponerme con una pancarta en no-sé-dónde pidiendo lo mío. Aquí, a nadie se le debe nada. ¿Que es injusto? Pues sí.
Como decía mi izeba Meltxora:
"La vida es un tango y hay que saberlo bailar".
"La vida es un tango y hay que saberlo bailar".