Llevo bastante tiempo con la intención de dar forma escrita a un par de temas. Hoy es día 8 de marzo, un día perfecto para abordarlos. Y, de pronto, me encuentro en el blog Todas (habría que decir megablog, porque, hay que ver todo lo que se puede encontrar en él) una conferencia de mi queridísima Itziar Okariz en la cual nada más empezar me he encontrado con esta interesante anécdota:
... recibí una llamada de un periodista de la revista Interviú para invitarme a presentar mi trabajo en la revista; tenían la intención de abrir una sección de arte “radical”. El hombre, al otro lado del teléfono, me dijo: “sabemos que trabajas con tu cuerpo…”. Esta llamada fue una revelación después de llevar diez años trabajando desde lo que consideraba una ideología feminista y desveló la reinterpretación que la norma heterosexual hacía de mi trabajo, que quedaba reducido al cuerpo susceptible de ser objetualizado como pornografía blanda.
Este caso (y espero que Itziar me permita utilizarlo) me parece que define muy claramente lo que yo creo que es, hoy día y conseguido lo conseguido, la raíz del problema: Hasta que no exista una liberación del hombre no iremos muy lejos. Hasta que el macho no salga de su jaula de oro, no eliminaremos al monstruo.
Este año, me ha parecido especialmente inane la publicidad de Emakunde con motivo del 8 de marzo. ¿Es realmente el problema actual de las mujeres de este país que su pareja masculina no pasa la plancha? Sinceramente: con la que está cayendo (¿cuántas muertas van?) me parece un insulto.
Acabo con este extracto de una entrevista a Patrick Welsh, vicepresidente de la Asociación de Hombres contra la Violencia en Nicaragua.
...A los hombres desde la familia, la escuela o la religión tradicionales y desde los medios de comunicación se nos han asignado unas actitudes, valores y conductas que no varían mucho de país a país. Nos han indicado y enseñado que debemos ser fuertes, tener poder y mandar. Ha habido y sigue habiendo, sistemas distintos de educación y socialización para los niños y para las niñas, traducidos en símbolos, colores, valores, expectativas y atribución de derechos distintos. Los hombres no nacemos con el machismo en la sangre, es algo que aprendemos, y que, desde luego, podemos desaprender.
... recibí una llamada de un periodista de la revista Interviú para invitarme a presentar mi trabajo en la revista; tenían la intención de abrir una sección de arte “radical”. El hombre, al otro lado del teléfono, me dijo: “sabemos que trabajas con tu cuerpo…”. Esta llamada fue una revelación después de llevar diez años trabajando desde lo que consideraba una ideología feminista y desveló la reinterpretación que la norma heterosexual hacía de mi trabajo, que quedaba reducido al cuerpo susceptible de ser objetualizado como pornografía blanda.
Este caso (y espero que Itziar me permita utilizarlo) me parece que define muy claramente lo que yo creo que es, hoy día y conseguido lo conseguido, la raíz del problema: Hasta que no exista una liberación del hombre no iremos muy lejos. Hasta que el macho no salga de su jaula de oro, no eliminaremos al monstruo.
Este año, me ha parecido especialmente inane la publicidad de Emakunde con motivo del 8 de marzo. ¿Es realmente el problema actual de las mujeres de este país que su pareja masculina no pasa la plancha? Sinceramente: con la que está cayendo (¿cuántas muertas van?) me parece un insulto.
Acabo con este extracto de una entrevista a Patrick Welsh, vicepresidente de la Asociación de Hombres contra la Violencia en Nicaragua.
...A los hombres desde la familia, la escuela o la religión tradicionales y desde los medios de comunicación se nos han asignado unas actitudes, valores y conductas que no varían mucho de país a país. Nos han indicado y enseñado que debemos ser fuertes, tener poder y mandar. Ha habido y sigue habiendo, sistemas distintos de educación y socialización para los niños y para las niñas, traducidos en símbolos, colores, valores, expectativas y atribución de derechos distintos. Los hombres no nacemos con el machismo en la sangre, es algo que aprendemos, y que, desde luego, podemos desaprender.